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El título de este libro reclama una aclaración a propósito del término "metafísica". Emplearemos aquí esta palabra en un doble sentido. El primer sentido es bastante corriente en filosofía, donde por "metafísica" se entiende la investigación de los principios y de las significaciones últimas. Una metafísica del sexo será pues el estudio de lo que, desde un punto de vista absoluto, significan ya los sexos, ya las relaciones basadas sobre los sexos. Una investigación semejante cuenta con pocos precedentes.Pero, en este estudio, el término "metafísica" será tomado también en un segundo sentido, relacionado con su etimología, ya que, literalmente, "metafísica" significa la ciencia de lo que va más allá de lo físico. Sólo que aquí ese "más allá de lo físico" concernirá no a conceptos abstractos o a ideas filosóficas, sino a lo que puede resultar, como experiencia no solamente física, sino como experiencia transpsicológica y transfisiológica, de una doctrina de los estados múltiples del ser, de una antropología que no se detiene, como la de los tiempos más recientes, en el simple binomio alma-cuerpo, sino que conoce las modalidades "sutiles" e incluso trascendentes de la conciencia humana. Tierra ignota para la mayoría de nuestros contemporáneos, un conocimiento de este género constituyó parte integrante de las disciplinas antiguas y de las tradiciones de los pueblos más diversos. De ella, extraeremos los puntos de partida para una metafísica del sexo, tomada en el segundo sentido: como constatación de todo lo que en la experiencia del sexo y del amor comporta un cambio de nivel de la conciencia ordinaria, "física", y a veces inclusive una cierta suspensión del condicionamiento del Yo individual, y la emergencia momentánea o inserción de modos de ser de carácter profundo.
Para comprender tanto el espíritu tradicional como la civilización moderna, en tanto que negación de este principio, es preciso partir de la base fundamental constituida por la enseñanza relativa a las dos naturalezas. Hay un orden físico y un orden metafísico. Existe la naturaleza mortal y la naturaleza de los inmortales. Existe la región superior del ''ser'' y la región inferior del ''devenir''. De forma general, existe un visible y un tangible y, antes y por encima de éste, un invisible y un intangible, que constituyen el supra-mundo, el principio y la verdadera vida.Por todas partes, en el mundo de la Tradición, en Oriente y Occidente, bajo una u otra forma, este conocimiento ha estado siempre presente como un eje inquebrantable en torno al cual todo lo demás estaba jerárquicamente organizado.Decimos conocimiento y no ''teoría''. Cualquiera que sea la dificultad que experimentan los modernos para concebirla, es preciso partir de la idea que el hombre de la Tradición conocía la realidad de un orden del ser mucho más vasto que el que corresponde generalmente, hoy, a la palabra ''real''. Hoy, en el fondo, no se concibe más ''realidad'' fuera del mundo de los cuerpos situados en el espacio y el tiempo. Ciertamente, algunos admiten aun hoy la existencia de algo más allá de lo sensible, pero, de hecho, es siempre a título de hipótesis o de ley científica, idea especulativa o dogma religioso, no superando, en realidad, el límite en cuestión: prácticamente, es decir, en tanto que experiencia directa, cualquiera que sea la divergencia de sus creencias ''materialistas'' y ''espiritualistas'', el hombre moderno normal no forma su imagen de la realidad más que en función del mundo de los cuerpos.
En esta obra nos proponemos estudiar algunos de los aspectos de la época actual, precisamente aquellos que la han convertido esencialmente en una época de disolución y abordar al mismo tiempo el problema del comportamiento y de las formas de existencia que, en una situación así, interesa adoptar a un cierto tipo humano.Esta última restricción no deberá ser nunca perdida de vista. Lo que se va a leer no afecta al conjunto de nuestros contemporáneos, sino únicamente al hombre que, aun estando comprometido con el mundo actual, incluso allí donde la vida moderna ha alcanzado el punto más álgido, problemático y paroxístico, no pertenece interiormente, sin embargo, a este mundo, no contempla la posibilidad de ceder a él, y se siente, por su esencia, de una raza diferente a la de la mayor parte de los hombres.El lugar natural de un hombre así, la tierra en la que no sería un extraño, es el mundo de la Tradición: esta expresión tiene aquí un carácter particular que ya hemos precisado en otras ocasiones próximo a las categorías utilizadas por René Guénon en su análisis crítico del mundo moderno. Según esta acepción particular, una civilización o una sociedad son "tradicionales" cuando están regidas por principios que trascienden lo que no es más que humano e individual, cuando todas sus formas le vienen de lo alto y cuando está enteramente orientada hacia lo alto.
La théorie et le concept même de la race peuvent s'entendre de trois façons : par rapport à une réalité, à un certain ordre de connaissances scientifiques et, enfin, à un « mythe ». Dans sa première acception, la conscience de la valeur de la race se révèle dans un ensemble de normes que fon peut retrouver dans les anciennes civilisations, surtout là où furent en vigueur le système des castes et la loi de l'endogamie, normes qui se sont maintenues en partie jusqu'à une époque relativement récente dans les traditions de l'aristocratie. Ce fut là un racisme non théorisé, mais vécu. C'est pourquoi il est fort rare de rencontrer le mot de « race » dans le monde antique : on n'éprouvait pas le besoin de parler de race dans le sens moderne, parce qu'on en avait. Ce qui importait le plus, pour ainsi dire, c'étaient les forces mystiques qui étaient à l'origine des forces du sang et de la gens : comme dans les cultes patriciens romains et, en général, aryens, des lares, des pénates et des héros fondateurs. On sentait cependant très clairement la nécessité de préserver le sang, de maintenir et de transmettre dans son intégrité un patrimoine précieux et irremplaçable lié au sang.
East & West collects eighteen essays and reviews in East-West comparative philosophy and religion written by Julius Evola for the journal East & West. Evola covers an astonishing array of traditions, including Hinduism, Buddhism, Zen, Tantrism, Yoga, Vedanta, Taoism, Stoicism, and Existentialism; such thinkers as René Guénon, Ernst Jünger, Mircea Eliade, Sri Aurobindo, Meister Eckhart, F. W. J. Schelling, Martin Heidegger, Karl Jaspers, and C. G. Jung; and such topics as suicide, psychology, sexual magic, and the Egyptian and Tibetan Books of the Dead. Evola's goal is not simply to identify superficial doctrinal parallels between Eastern and Western traditions, but to use these comparisons to uncover their common root, the one Tradition that underlies the many traditions, which is the central focus of his work.
Authentic initiatic practices, rituals, and wisdom collected by the UR Group
A comprehensive work on the metaphysical aspects of sexuality. Julius Evola sheds new light on the mystical and spiritual expression of sexual love. This in-depth study explores the sexual rites of sacred traditions, and shows how religion, mysticism, folklore, and mythology all contain erotic forms in which the deep potentialities of human beings are recognized.
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