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El árbol que vestía de viernes es un canto a la vida en sus diferentes estadios. El tiempo es conjugado como un artificio y como un desafío a los dioses y al oráculo de Delfos. Por sus páginas transitan ilusiones, quejidos, fracasos, emociones, fantasías, alegrías, naturaleza, preguntas, que mente, corazón, ojos y oídos han prestado a la pluma del autor.Los poemas están tejidos con estructuras, tonos y ritmos variados. Cada uno tiene voz, enfoque y estilo poético propio. Algunos siguen patrones más tradicionales; otros adoptan una estructura más libre y creativa al servicio del ritmo y el significado, la belleza simple y reflexiva del círculo sin perímetro del universo.
Esta es la historia comentada de un corredor, amigo de Forrest Gump. El protagonista se ha pasado la vida corriendo, es buena gente, perfeccionista, insatisfecho y con muchas ganas de ser feliz. El COVID-19 le ha parado en seco. Cansado de viajar, ha regresado a casa y la ha encontrado desorganizada. Observa que en su cerebro hay demasiado chismorreo neuronal y eso le molesta. Reconoce que el miedo, la ansiedad, el estrés y la soledad han gobernado con frecuencia sus acciones y se ha olvidado de vivir. Esto le duele, pero está decidido a poner orden entre la mente, el corazón, el estómago y el sexo. Nada fácil, pero se pone a la obra.
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