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Es la historia del joven burgués y adinerado Fabián Conde, y su peregrinar hasta conseguir la redención y el perdón, todo tras descubrir el verdadero amor, que hará que su vida cambie completamente.
Colección de novelas cortas del gran escritor español Pedro Antonio de Alarcón.
This scarce antiquarian book is a facsimile reprint of the original. Due to its age, it may contain imperfections such as marks, notations, marginalia and flawed pages. Because we believe this work is culturally important, we have made it available as part of our commitment for protecting, preserving, and promoting the world's literature in affordable, high quality, modern editions that are true to the original work.
MÉRITOS Y SERVICIOS Éste era un pobre muchacho, alto, flaco, amarillo, con buenos ojos negros, la frente despejada y las manos más hermosas del mundo, muy mal vestido, de altanero porte y humor inaguantable... Tenía diecinueve años, y llamábase Gil Gil. Gil Gil era hijo, nieto, biznieto, chozno, y Dios sabe qué más, de los mejores zapateros de viejo de la corte, y al salir al mundo causó la muerte a su madre, Crispina López, cuyos padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos honraron también la misma profesión.
El sombrero de tres picos, basada en el romance El molinero de Alarcos, novela inspirada en un romance de ciego, cuya acción transcurre en una sola tarde-noche en un pueblo andaluz, y, según las mismas palabras del autor: "Hace mucho tiempo que concebimos el propósito de restablecer la verdad de las cosas, devolviendo a la peregrina historia su primitivo carácter, pues esta clase de Relaciones, al rodar por las manos del vulgo, nunca se desnaturalizan para hacerse más bellas, delicadas y decentes, sino, para estropearse y percudirse al contacto de la ordinariez y la chabacanería".
Este libro ocupa un lugar privilegiado en la historia de la literatura viajera escrita en castellano. Describe el corazón de la Sierra Nevada granadina, un territorio pleno de bellezas que conservaba intacto en el último tercio del siglo XIX el sabor arcaico de sus tradiciones populares, donde el autor quiere reconocer los últimos indicios de la herencia árabe de Andalucía.
En esta novela se unen el tema religioso con la crítica social. En ella se mezclan tramas amorosas, intrigas, traiciones y pecados inconfesables. Es la historia del Joven y adinerado Fabián Conde y su peregrinar hasta que consigue la redención y el perdón, cuando descubre el verdadero amor que le hará cambiar completamente su vida.
De sus múltiples peregrinaciones dejó Alarcón detallada cuenta en el Índice Cronológico sus viajes por España, incluido en este libro como epílogo a la recopilación de escritos reunidos en el tomo Viajes de España (1883), que comprende las narraciones Una visita al Monasterio de Yuste, Dos días en Salamanca, La granadina, De Madrid a Santander, Mi primer viaje a Toledo, y El eclipse de sol de 1860.
Las Narraciones inverosímiles, de Pedro Antonio de Alarcón, es una colección de narraciones cortas que abarcan un amplio abanico de géneros y temas, desde lo fantástico a lo humorístico, pasando por lo romántico. Grandes figuras de la literatura, como Cervantes y Quevedo hasta Walter Scott y Alejandro Dumas ejercieron influencia en Alarcón.
¡Y es que en EL FINAL DE NORMA no se dan a nadie malas noticias, ni se levantan falsos testimonios al alma humana! Salgan, por consiguiente, a luz nuevas ediciones de esta obrilla hasta que el público no quiera más; y pues que he confesado mis culpas, absuélvanme, por Dios, los señores críticos y no me impongan mucha penitencia. Adiós, Carlos; y con dulces, indelebles recuerdos de aquellos días que pasamos juntos en África y en Italia, cuando subíamos esta cuesta de la vida, que ya vamos bajando, recibe un apretón de manos de tu mejor amigo. P. A. DE ALARCÓN
This is a reproduction of a book published before 1923. This book may have occasional imperfections such as missing or blurred pages, poor pictures, errant marks, etc. that were either part of the original artifact, or were introduced by the scanning process. We believe this work is culturally important, and despite the imperfections, have elected to bring it back into print as part of our continuing commitment to the preservation of printed works worldwide. We appreciate your understanding of the imperfections in the preservation process, and hope you enjoy this valuable book.
La mujer alta es, a la manera de Edgar Allan Poe, la historia de una obsesión, la que siente el narrador por las mujeres altas y huesudas, de edad avanzada, cuando se encuentra a solas con ellas, en la calle, a altas horas de la noche. Si bien existen muchos relatos de terror sobre fantasmas femeninos, son pocos los que han conjurado el horror en la visión de una mujer absolutamente normal, aunque jamás sabremos con certeza si se trataba de un espectro o un arrebato demencial del narrador.
El Tío Lucas, molinero, y Frasquita, su mujer, forman un matrimonio próspero y feliz, aunque no tienen hijos. Él, feo, simpático, discreto, ingenioso. Ella, guapa, alegre, donosa y hacendosa. Ambos presiden la tertulia en su molino, donde acuden personajes importantes. El matrimonio confía ciegamente el uno en el otro, a pesar de la admiración que suscita Frasquita entre los contertulios. En realidad, el Corregidor, siente más que admiración, se lanza a conquistarla, con ayuda de su alguacil.
El amigo de la muerte es un cuento fantástico de Pedro Antonio de Alarcón escrito en 1852, incluido en sus Narraciones inverosímiles, publicadas en 1882, una colección de narraciones cortas de una gran variedad de géneros y temas, románticas, humorísticas o fantásticas, enmarcadas dentro del conjunto general, que el propio autor denominó Novelas cortas, en las que figuran también sus Cuentos amatorios y sus Historietas nacionales. La acción transcurre en España en el siglo XVIII, durante el reinado de Felipe V. En 1724, Felipe V abdica en su hijo Luis I, pues tiene la esperanza de acceder al trono de Francia, al estar gravemente enfermo Luis XV. La razón de esto es que según el Tratado de Utrecht, España y Francia no podían estar regidas por la misma persona. Gil Gil es el hijo bastardo del duque de Rionuevo, que le acoge al llegar a la adolescencia. Su madre murió al dar a luz, y fue criado por su padre putativo, un modesto zapatero, que murió al cumplir él los 14 años. Es entonces cuando le acoge su verdadero padre en su palacio, como paje. Allí conoce a Elena, una muchacha de su edad, hija del duque de Monteclaro, de la que se enamora. A los 19 años, muere su padre, el duque, y tiene que volver a la zapatería de su familia. Desesperado por haber perdido su posición y a su amor, piensa en el suicidio como liberación, pero cuando va a beber un veneno, una figura le detiene. Esta dice ser su amiga, y le confiesa que es la Muerte. Gil acepta su amistad, y la Muerte le promete la prosperidad y que será el dueño de Elena. En efecto, Gil adquiere la facultad de poder ver a la Muerte cuando alguien está moribundo, y puede así predecir si morirá en breve. Esto le permite ser nombrado médico de la corte de Felipe V, al que predice la muerte de Luis I. Ya ennoblecido, puede casarse con Elena. La muerte reaparece y lleva a Gil a un viaje en el tiempo, desvelándole la realidad, que no es la que él se esperaba.
Conjunto de cuentos eróticos, aunque sin alejarse de la moral de la época.
Estoy viendo desaparecer hacia el Mediodía el buque ballenero que me deja abandonado en esta isla desierta, sobre la arena de una playa sin nombre. ¡Heme aquí solo; solo en un ámbito de mil leguas! Yo amaba a una mujer... El demonio de los celos me mordió el corazón, y he matado a mi rival en desafío... ¡Era un príncipe! Y el Gobierno ruso me ha condenado a pasar aquí un año...; es decir, me ha condenado a muerte. ¡Ah! ¿Por qué no me entregó al hacha del verdugo? ¿Por qué hacerme expirar de frío, de hambre, de tristeza, de desesperación, o disputando mi cuerpo al terrible oso blanco, si mi delito no era más que uno?
Lo que más ardientemente desea todo el que pone el pie en el estribo de una diligencia, para emprender un largo viaje es que los compañeros de departamento que le toquen en suerte sean de amena conversación y tengan sus mismos gustos, sus mismos vicios, pocas impertinencias, buena educación y una franqueza que no raye en familiaridad. Porque, como ya han dicho y demostrado Larra, Kock, Soulié y otros escritores de costumbres, es asunto muy serio esa improvisada e íntima reunión de dos o más personas que nunca se han visto, ni quizás han de volver a verse sobre la tierra, y destinadas, sin embargo, por un capricho del azar, a codearse dos o tres días, a almorzar, comer y cenar juntas, a dormir una encima de otra, a manifestarse, en fin, recíprocamente con ese abandono y confianza que no concedemos ni aun a nuestros mayores amigos; esto es, con los hábitos y flaquezas de casa y de familia.
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Angustias es una joven casadera que vive en el centro de Madrid, cerca de la Puerta del Sol, con su madre, Doña Teresa, viuda de un general carlista, y aspirante a que se le reconozca el título de condesa, pero de escasos medios de subsistencia. En un choque entre las tropas del gobierno y activistas republicanos, ambas mujeres ven caer herido a un capitán delante de su casa, y deciden acogerle. Cuando el capitán recupera el sentido, dice llamarse Jorge de Córdoba, apodado Capitán Veneno por su carácter huraño y pendenciero. El militar no se muestra muy agradecido ante sus salvadoras, y exige irse a su casa, por lo que requiere la ayuda de su primo, el marqués de los Tomillares. Avisado éste, accede a llevárselo, pero el médico no autoriza el traslado por la gravedad de la fractura que ha sufrido. El arisco capitán se subleva ante el panorama de tener que pasar la convalecencia rodeada de mujeres, pues se considera misógino e independiente. Sin embargo, con el paso de los días se establece una corriente de simpatía mutua con doña Teresa. No así con Angustias, por la que experimenta sentimientos contradictorios. Cuando se encuentra restablecido y prepara su marcha de la casa, Da Teresa recibe la amarga noticia de la denegación de su solicitud de de carta de nobleza. así como de su ruina, afectándole tanto, que sufre un síncope mortal. Antes de morir, encomienda a Jorge la tutela de su hija, al no tener parientes. El Capitán se ve en un grave aprieto y no sabe qué partido tomar. La madre muere, y Jorge se hace cargo de los gastos del entierro. Angustias, que desconoce la situación económica, le pide que abandone la casa, ya que lo contrario les situaría en una posición poco honorable. El Capitán tendrá que tomar una decisión definitiva.
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No sé que día de Agosto del año 1816 llegó a las puertas de la Capitanía General de Granada cierto haraposo y grotesco gitano, de sesenta años de edad, de oficio esquilador y de apellido o sobrenombre "Heredia", caballero en flaquísimo y destartalado burro mohino, cuyos arneses se reducían a una soga atada al pescuezo; y, echado que hubo pie a tierra, dijo con la mayor frescura «que quería ver al Capitán General.»Excuso añadir que semejante pretensión excitó sucesivamente la resistencia del centinela, las risas de los ordenanzas y las dudas y vacilaciones de los edecanes antes de llegar a conocimiento del Excelentísimo Sr. D. Eugenio Portocarrero, conde del Montijo, a la sazón Capitán General del antiguo reino de Granada... Pero como aquel prócer era hombre de muy buen humor y tenía muchas noticias de Heredia, célebre por sus chistes, por sus cambalaches y por su amor a lo ajeno..., con permiso del engañado dueño, dió orden de que dejasen pasar al gitano.
Hace algún tiempo que mi amigo Rafael y yo, más enamorados de la muerte que de la vida, dimos un largo paseo por el mar a las altas horas de una tranquila noche de verano, sin otra compañía que la implacable luna, y rigiendo por nosotros mismos un barquichuelo del tamaño de un ataúd.Cansados de remar, y extáticos ante la solemne calma de la Naturaleza, acabamos por abandonar el bote a merced de las olas, confiando en la mansedumbre con que lo acariciaban, o más bien en nuestra mala suerte, que parecía decidida a no ayudarnos a morir.Rafael había cantado una patética barcarola, y cuya letra decía de este modo:«Boga, boga sin recelo, Del remo al impulso blando, Como las almas bogando Van desde la tierra al cielo. Boga, que el viento no zumba Y la mar se duerme en calma; Boga, como boga el alma Desde la cuna a la tumba.»Esta sencilla canción había aumentado la tristeza que nos devoraba; tristeza que en él era ingénita o consubstancial, y que a mí me habían comunicado los libros románticos, algunos hombres sin creencias y las esquiveces de la fortuna...
Ni soy yo el primer escritor que a la vejez ha caído en la cuenta de que le convenía redactar por el mismo el Prólogo general de sus Obras, ni deja de ser necesario que todos los autores realicen, como despedida, algo semejante. Porque, una de dos: o no tienen en nada sus libros, en cuyo caso deben quemarlos y prohibir a sus herederos que los reimpriman, o los consideran dignos del público, ya sea por debilidad de padre, ya por deferencia a los lectores que pagan: y, en este segundo caso, que es el mío, deben defender aquello que venden; deben deshacer errores y embustes acerca de su origen y significado; deben contestar a criticas basadas en materiales equivocaciones o falsos razonamientos; deben, en fin, poner las cosas en su punto y lugar, para que, llegada la hora de la muerte, no salga cualquier amigo o enemigo desfigurando las intenciones del inerme difunto, con risa o rabia de los pocos o muchos parciales discretos que le queden y, por de contado, con aflicción y pena de los propios hijos -que Dios bendiga, en cuanto a los míos toca. Aquí tenéis, en cuatro palabras, la explicación del epítome o testamento literario que vais a leer; testamento que pienso escribir con la religiosa sinceridad correspondiente a toda confesión, sin dar oídos para nada al agravio, a la vanidad, ni a la conveniencia. De todo lo cual se deduce que sigo en el voluntario propósito, declarado tres años ha en la dedicatoria de LA PRODIGA, de no componer ningún nuevo libro (fuera de la terminación de mis Viajes por España), y que no me ya del todo mal en esta que llamaré barrera del circo literario, viendo ponerse en paz el sol de mi trabajada vida, mientras que allá abajo, sobre la ingrata arena, prosiguen luchando serviles autores y temerarios críticos de la moderna estofa, quienes no se afanan ya por enaltecer sobre el pedestal del Arte los más puros afectos del alma, sino por complacer a la turbamulta, regalándole cromos y fotografías de las peores ruindades del humano cuerpo.
Pocos españoles, aun contando a los menos sabios y leídos, desconocerán la historieta vulgar que sirve de fundamento a la presente obrilla.Un zafio pastor de cabras, que nunca había salido de la escondida Cortijada en que nació, fue el primero a quien nosotros se la oímos referir.--Era el tal uno de aquellos rústicos sin ningunas letras, pero naturalmente ladinos y bufones, que tanto papel hacen en nuestra literatura nacional con el dictado de _pícaros_. Siempre que en la Cortijada había fiesta, con motivo de boda o bautizo, o de solemne visita de los amos, tocábale a él poner los juegos de chasco y pantomima, hacer las payasadas y recitar los romances y relaciones;--y precisamente en una ocasión de éstas hace ya casi toda una vida..., es decir, (hace ya más de treinta y cinco años), tuvo a bien deslumbrar y embelesar cierta noche nuestra inocencia (relativa) con el cuento en verso de _El Corregidor y la Molinera_, o sea de _El Molinero y la Corregidora_, que hoy ofrecemos nosotros al público bajo el nombre más trascendental y filosófico (pues así lo requiere la gravedad de estos tiempos) de _El Sombrero de tres picos_.Recordamos, por señas, que cuando el pastor nos dio tan buen rato, las muchachas casaderas allí reunidas se pusieron muy coloradas, de donde sus madres dedujeron que la historia era algo verde, por lo cual pusieron ellas al pastor de oro y azul; pero el pobre Repela (así se llamaba el pastor) no se mordió la lengua, y contestó diciendo: que no había por qué escandalizarse de aquel modo, pues nada resultaba de su relación que no supiesen hasta las monjas y hasta las niñas de cuatro años....
En el piso bajo de la izquierda de una humilde pero graciosa y limpia casa de la calle de Preciados, calle muy estrecha y retorcida en aquel entonces y teatro de la refriega en tal momento, vivían solas, esto es, sin la compañía de hombre alguno, tres buenas y piadosas mujeres, que mucho se diferenciaban entre sí en cuanto al ser físico y estado social, puesto que éranse que se eran una señora mayor, viuda, guipuzcoana, de aspecto grave y distinguido; una hija suya, joven soltera, natural de Madrid y bastante guapa, aunque de tipo diferente al de la madre (lo cual daba a entender que había salido en todo a su padre), y una doméstica, imposible de filiar o describir, sin edad, figura ni casi sexo determinables, bautizada hasta cierto punto en Mondoñedo, y a la cual ya hemos hecho demasiado favor (como también se lo hizo aquel señor Cura) con reconocer que pertenecía a la especie humana...
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