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Las Aguafuertes porteñas son fruto de vivencias tomadas de forma directa sin contemplaciones ni parlamentos filosóficos. Unas crónicas en blanco y negro que van captando la realidad sin endulzarlas con colores.
El juguete rabioso es la primera novela del escritor Roberto Arlt, publicada en el año 1926 por la Editorial Latina. Con esta obra Buenos Aires se convierte, por primera vez, en el escenario de otra forma de contar. La ciudad es vista lejos de las estéticas dominantes de su entorno. Roberto Arlt abre un nuevo espacio literario con influencia dostoievskiana y temática picaresca. En él consagra el perfil de hombres que, sometidos por la pobreza y la continua pérdida de fe, sobreviven en las calles de las ciudades. Silvio Astier es un personaje condenado a una vida mísera pero que sueña con un porvenir lleno de aventuras y fama. Aunque, al inicio de la novela, su único medio para sobrevivir es el robo, Silvio se aleja del ladrón común. Es un pícaro lleno de infinita curiosidad intelectual, seducido por la ciencia y lector de Baudelaire. El futuro que se dibuja para el protagonista de El juguete rabioso lo llena de desasosiego. Baldía y fea como una rodilla desnuda es mi alma. A partir de aquí, se hace visible la transformación del personaje. La certeza de lo baldío y de la inutilidad del esfuerzo marcan la trayectoria existencial de Silvio. Al final, el juguete rabioso determina que la víctima pase a ser el verdugo, y que el no ser prevalezca como única salida. Para cualquier lector que conozca la vida de Roberto Arlt verá las semejanzas entre el autor y su personaje. Arlt como uno de sus personajes favoritos, también intentó sobrevivir inventando artefactos. Vivió también al borde del abismo de la supervivencia y fue también, a su manera, un particular hereje. Tal vez estas palabras de Juan Carlos Onetti capten a qué nos referimos: ...había nacido para escribir sus desdichas infantiles, adolescentes, adultas. Lo hizo con rabia y con genio, cosas que le sobraban. Todo Buenos Aires, por lo menos, leyó este libro. Los intelectuales interrumpieron los dry martinis para encoger los hombros y rezongar piadosamente que Arlt no sabía escribir. No sabía, es cierto, y desdeñaba el idioma de los mandarines; pero sí dominaba la lengua y los problemas de millones de argentinos, incapaces de comentarlo en artículos literarios, capaces de comprenderlo y sentirlo como amigo que acude -hosco, silencioso o cínico- en la hora de la angustia. Hablo de arte y de un gran, extraño artista.
Los siete locos es la primera de dos novelas del escritor argentino Roberto Arlt. Fue publicada en 1929, seguida de una segunda parte titulada Los lanzallamas, también publicada por Linkgua Ediciones.En Los siete locos y Los Lanzallamas, Arlt pone en escena a personajes marginales pertenecientes a sociedades secretas y logias, quienes quieren financiar una revolución con una cadena de prostíbulos. ¿Quiénes van a hacer la revolución social, sino los estafadores, los desdichados, los asesinos, los fraudulentos, toda la canalla que sufre abajo sin esperanza alguna? ¿O te crees que la revolución la van a hacer los cagatintas y los tenderos? Con este pretexto, cambiar el mundo a través de una revolución, transcurre Los siete locos, hacer la revolución por una vida de humillación, por cubrir un robo, por un matrimonio desgraciado, por un invento absurdo; o por autoafirmarse como ser humano; o por curiosidad.Pero nada mejor que las propias palabras del mismo autor explicando el argumento de Los siete locos a partir de una anécdota que mantuvo con un lector:Me escribe un lector:Estimado señor: Me he enterado de que ha salido una novela suya llamada Los siete locos. Como dispongo de poco dinero para invertir en libros, le agradecería me diera algunos datos respecto a ella, para saber si vale o no la pena de gastarse el tiempo y unos pesos en su lectura.Dudé un momento. Luego me dije que, habiendo hablado de tantas obras ajenas, bien tenía el derecho de explicar cómo era lo mío. Además, si hay gente que se conforma con conocer el argumento de una novela, sin tomarse el trabajo de leerla, ni gastar unos centavos en adquirirla, les regalaré a mis lectores ese argumento, que va franco de porte.El argumento es simple. Uno de los personajes, llamado el Astrólogo, quiere organizar una sociedad secreta para revolucionar y quebrantar el presente estado de cosas. Para llevar a cabo su proyecto necesita dinero. En estas circunstancias, Erdosain le ofrece el medio de adquirirlo. Se trata de secuestrar a un pariente que lo ha abofeteado.A mí, como autor, estos personajes no me son simpáticos. Pero los he tratado. Y todo autor es esclavo durante un momento de sus personajes, porque ellos llevaban en sí verdades atroces que merecían ser conocidas.Así resume Roberto Arlt, con su sarcasmo característico, el argumento de su novela Los siete locos.
"No te diré nunca cómo fui hundiéndome, día tras día, entre los hombres perdidos, ladrones y asesinos y mujeres que tienen la piel del rostro más áspera que cal agrietada. A veces, cuando reconsidero la latitud a que he llegado, siento que en mi cerebro se mueven grandes lienzos de sombra, camino como un sonámbulo y el proceso de mi descomposición me parece engastado en la arquitectura de un sueño que nunca ocurrió.Sin embargo, hace mucho tiempo que estoy perdido. Me faltan fuerzas para escaparme a ese engranaje perezoso, que en la sucesión de las noches me sumerge más y más en la profundidad de un departamento prostibulario, donde otros espantosos aburridos como yo soportan entre los dedos una pantalla de naipes y mueven con desgano fichas negras o verdes, mientras que el tiempo cae con gotear de agua en el sucio pozal de nuestras almas. Jamás le he hablado a ninguno de mis compañeros de ti, ¿y para qué?" Las fieras, Roberto Arlt "Roberto Arlt es nuestro Dostoyevsky" Guillermo Saccomanno, escritor
Roberto Arlt nació en el barrio porteño de Flores en el año 1900 y murió en esta ciudad de Buenos Aires en 1942. El amor brujo informa acerca de las relaciones de un hombre casado con una adolescente. A partir de este episodio -apunta Pedro Orgambide-, "Arlt describe las reacciones atípicas de un grupo familiar a la vez que deja testimonio de las hipocresías muy pequeño burguesas acerca del amor, el sexo, el matrimonio (...) Lo que sobrevive, lo que se mantiene con la misma fuerza original, es la observación sagaz, implacable de si mismo, cierto aliento metafísico en los breves viajes de Retiro al Tigre, en uno de esos trenes que tanto obsesionan a Arlt, trenes que continuarían andando cuando el estuviera definitivamente muerto."
Roberto Emilio Gofredo Arlt, (Buenos Aires, 26 de abril de 1900 - Buenos Aires, 26 de julio de 1942), fue un novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino. En sus relatos se describe con naturalismo y humor las bajezas y grandezas de personajes inmersos en ambientes indolentes. De este modo retrata la Argentina de los recién llegados que intentan insertarse en un medio regido por la desigualdad y la opresión. Escribió cuentos que han entrado a la historia de la literatura, como El jorobadito, Luna roja y Noche terrible. Por su manera de escribir directa y alejada de la estética modernista se le describió como descuidado, lo cual contrasta con la fuerza fundadora que representó en la literatura argentina del siglo XX. Tras su muerte aumentó su reconocimiento y es considerado como el primer autor moderno de la República Argentina. Escritores como Ricardo Piglia, César Aira o Roberto Bolaño son herederos directos de algunas de sus búsquedas literarias. Del mismo modo, Cortázar lo consideró su maestro. A partir de la década de 1930 incursionó en el teatro y en la última etapa de su vida sólo escribió en este género. Su teatro se estrenó en el circuito de teatro independiente de Buenos Aires, más exactamente en el Teatro del Pueblo, dirigido por Leónidas Barletta. Rompe con el realismo y aborda los problemas de la alienación a través del desdoblamiento de la escena. Sólo El fabricante de fantasmas se estrenó en el circuito comercial, con un gran fracaso. Tras su muerte en 1942, Trescientos millones, Saverio, el cruel y La isla desierta han sido las obras más representadas. Se lo considera como un precursor del teatro social argentino y de corrientes posteriores, como el absurdismo y el existencialismo.
Las Aguafuertes porteñas fueron unas muy populares notas que Arlt publicaba en el diario El Mundo. Un crítico señaló Con su humorismo directo, pródigo en alfilerazos, Arlt se asomaba a los rincones de la ciudad y narraba día a día su historia íntima. Quizás en la sutil identificación de tema y estilo esté el secreto de su popularidad. El éxito que obtiene es clamoroso. El diario El Mundo aumenta su tirada, se vende casi exclusivamente por las notas de Arlt.
Los siete locos es una novela del escritor argentino Roberto Arlt editada en el mes de octubre de 1929. En la misma se desarrollan algunos de los problemas planteados por el existencialismo filosófico. Las cuestiones morales, la soledad, la angustia ante el sin sentido de la vida y la desolación de la muerte son temas recurrentes en la arquitectura metafísica de sus protagonistas. Es una obra de lúcida crítica social a la Argentina de los años veinte. Los siete locos culmina con Los lanzallamas, novela que Arlt editaría en 1931.
El entusiasmo y la atracción de Roberto Arlt por los experimentos científicos y mecánicos forma parte de su pasion creadora. Del ambiente de la calle, que tan bien conocia el escritor, surgieron sus mejores paginas. De su amistad con rufianes, falsificadores y pistoleros salen personaje como los de Los Siete Locos. En esta obra encontramos una especie de " mundo al revés": un espacio donde los personajes transgreden los valores establecidos, invierten las formas y se liberan de una sociedad que los segrega. La propuesta es delirante y subversiva, pues planean una sociedad autoritaria, humillante y perversa. Una gran carcajada, una mueca grotesca frente a una sociedad en crisis, pesimista y frustrada.
Tras su apariencia de novelón decimonónico, El amor brujo cuenta la tragicomedia de un burgués, Estanislao Balder, que para superar su existencia anodina se lanza a una aventura amorosa tan dulzona como torpe. Sutil e imprevisible, hay que llegar hasta el final para calibrar el alcance de la crítica, cuya acidez desnuda al hombre fatuo, aparentemente satisfecho.En esta última novela de Arlt, más que en ninguna otra, se manifiestan las debilidades y los rencores que apremiaron a este François Villon de quilombo, como lo definió Cortázar, y destellan esas imágenes inapelables y delatoras que nos ponen frente a nosotros mismos y nuestras vergonzosas flaquezas.
No sólo este ensayo se convierte en imprescindible por ser el primer texto largo y enjundioso que publicara Roberto Arlt, sino porque su temática y las cuestiones, cuando no, pulsiones anímicas, que desvela y denuncia el gran novelista bonaerense siguen, a pesar de los noventa años transcurridos desde su publicación, en el tapete de nuestro día a día. Más aún cuando esta edición, profusamente notada, permite, frente a todas las anteriores, una mejor comprensión de la inmensa engañifa y confusión que late bajo eso que se entiende como esoterismo y espiritualidad, y que un joven Arlt, con una perspicacia fuera de lo común, captó de un golpe en estas breves, cuanto agudas, páginas. Por todo ello, Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires es un manifiesto de una actualidad indudable para cualquier buen lector en lengua española.
"Con los lanzallamas" -dice el autor- finaliza la novela de Los siete locos y retoma en este libro los personajes de aquél pero tratándolos individualmente, con la prosa un tanto desmañada pero fuertemente expresiva que le es característica, producto de los convulsionados años que le tocó vivir y que culminaron con la crisis de 1930. En LOS LANZALLAMAS no hay tragedia; la aniquilación es racional, cintífica, como lo es la guerra química o bacteriológica. Éste y otros aspectos de estas dos grandes novelas convierten a Roberto Arlt en uno de los pocos narradores en lengua española que han ofrecido una interpretación del caos y la incertidumbre del mundo contemporáneo.
El protagonista de El Juguete Rabioso, una novela casi autobiográfica que refleja el caos de comienzos del siglo XX en Buenos Aires, es Silvio Astier, un adolescente expulsado del colegio, que vive como una humillación su pobreza, e intenta vanamente escapar de ella a toda costa, sumiéndose cada vez más en un oscuro pesimismo a medida que fracasa en sus intentos. En un ambiente saturado de personajes siniestros y ruines, así como situaciones absurdas y desesperadas, el joven es objeto del desprecio e intolerancia a su alrededor, sin lograr emerger de una sociedad agobiante.
El libro está integrado por lo que el mismo Arlt denominó "estampas marroquíes de su breve viaje por Europa y África del Norte". En ese marco la fluida imaginación del autor plasma atractivas e inquietantes historias, que parecen salidas de las páginas de un lujoso y refinado tomo de crónicas musulmanas.
Cierto astrólogo me dijo una vez que el signo zodiacal que presidía la casa de mi nacimiento indicaba, entre otros accidentes, temerarios peligros en viajes de mar, y yo sonreí con dulzura porque no creía en la influencia de los astros; de manera que al iniciar mi viaje hacia Panamá ni por un momento se me ocurrió que me aguardaban aventuras tan tremendas como las que me permitirían compaginar la presente crónica, que, sumada a los informes telegráficos del corresponsal del "Times" en Honolulú, constituye una de las más sorprendentísimas historias que la Geología haya podido desear para completar sus estudios sobre las dislocaciones que se producen en el fondo del océano Pacífico. Tuve el presentimiento de la desgracia el día 23 de setiembre a las 16 horas, momento en que permanecía recostado en la hamaca del primer puente del buque "Blue Star", mirando caer la tarde sobre el puerto de Antofagasta.
Yo veo que de acuerdo a estos lectores son más las leyes que se infringen que las que se cumplen, lo cual le hace pensar a uno que las leyes han sido establecidas precisamente para eso, para que no se cumplan; lo cual viene a demostrar que éste es un país que cumple fielmente ese precepto de su Constitución, donde se asegura que es tierra de libertad par todos los hombres de buena voluntad. Y yo creo que de esta buena voluntad se necesita mucha y muy robusta para recordar tantas leyes y para infringirlas a todas, y a las que no se infringen, quebrantarlas, y a las que no se quebrantan, violarlas, y a las que no se violan, se fuerzan, y a las que no se fuerzan ni se violan, se tuercen como medias de pobres, se adaptan como trajes de serie, quedando las pobres tan maltrechas, tan sin jugo, tan sin ley, que ya no son leyes, sino entuertos, y tienen tanto de derecho como la giba de un dromedario.
SUSANA (separándose bruscamente del grupo y deteniéndose junto a la escalera). - Entonces yo me detengo aquí y digo: ¿De dónde ha sacado usted que yo soy Susana? JUAN. - Sí, ya sé, ya sé ... SUSANA (volviendo a la rueda). - Ya debía estar aquí. PEDRO (consultando su reloj). - Las cinco. JUAN (mirando su reloj). - Tu reloj adelanta siete minutos. (A SUSANA). - ¡Bonita farsa la tuya! SUSANA (de pie, irónicamente). - Este año no dirán en la estancia que se aburren. La fiesta tiene todas las proporciones de un espectáculo. JULIA. - Es detestable el procedimiento de hacerle sacar a otro las castañas del fuego. SUSANA (con indiferencia). - ¿Te parece? (JULIA no contesta. SUSANA a JUAN.) No te olvides. JUAN. - Noo. (Mutis de SUSANA.) PEDRO. - ¡Qué temperamento! JULIA (sin levantar la cabeza del tejido). -Suerte que mamá no está. No le divierten mucho estas invenciones. PEDRO. - Mamá, como siempre, se reiría al final. JULIA. -¿Y ustedes no piensan cómo puede reaccionar el mantequero cuando se dé cuenta que lo han engañado?
Si usted tiene aficiones a la atorrancia; si a usted le gusta estarse ocho horas sentado y otras ocho horas recostado en un catre, si usted reconoce que la divina providencia lo ha designado para ser un soberbio "squenun" en la superficie del planeta, múdese a las inmediaciones de Canning y Rivera. Todas sus ambiciones serán colmadas.. . y el reino de los inocentes le será dado, por añadidura. Y le digo que se mude en las proximidades de esas calles porque en ese paraje encontrará todo lo que el alma de un vago necesita para consolación y regocijo de su finca. Encontrará allí toda la variedad de especímenes que forman la escala turrones de la ciudad: levantadores de quinielas y redobloneros, anarquistas en embrión, si usted es aficionado a la sociología; tenorios y damas, música (de radio) y típica por la noche, y muchas mozas. El refugio es el café esquinero. Techo alto, tan alto que han podido instalar una baranda con plataforma a la sombra de las estanterías. Más que café, parece una iglesia; pero una iglesia donde se habla de fijas y se trata dé temas "profanos o del siglo" como dicen los teólogos. El altoparlante suministra música nacional desde las diez de la mañana. Las ventanas abiertas a la calle invitan a dejarse estar. Las fabriqueras que pasan, incitan a mirar. Los desdichados pintorescos que transitan invitan a meditar. Y con tanta ocupación inútil, pero espiritual, no hay fiaca que al dar las doce del día no exclame: -Pero, ¡la gran sietel ¡Cómo se pasa la mañana! Y es que en una esquina así se pasa, sin vuelta. En cuanto un ciudadano entra al café, se siente contagiado de la pereza colectiva. Los brazos le empiezan a pesar como si fueran de plomo y la mirada se le llena de neblina. El mozo que está acostumbrado a la clientela, es un plantígrado resignado. No protesta. Sirve el achicoria "express" con la misma sencillez de un mártir. Cinco de propina, y la mesa ocupada tres horas.
El Astrólogo miró alejarse a Erdosain, esperó que éste doblara en la esquina, y entró a la quinta murmurando: ¿Sí¿ pero Lenin sabía adónde iba. Involuntariamente se detuvo frente a la mancha verde del limonero en flor. Blancas nubes triangulares recortaban la perpendicular azul del cielo. Un remolino de insectos negros se combaba junto a la enredadera de la glorieta. Con la punta de su grosero botín el Astrólogo rayó pensativamente la tierra. Mantenía sumergidas las manos en su blusón gris de carpintero, y la frente se le abultaba sobre el ceño, en arduo trabajo de cavilación. Inexpresivamente levantó la vista hasta las nubes. Remurmuró: ¿El diablo sabe adónde vamos. Lenin sí que sabíä Sonó el cencerro que, suspendido de un elástico, servía de llamador en la puerta. El Astrólogo se encaminó a la entrada. Recortada por las tablas de la portezuela, distinguió la silueta de una mujer pelirroja. Se envolvía en un tapado color viruta de madera. El Astrólogo recordó lo que Erdosain le contara referente a la Coja en días anteriores, y avanzó adusto. Cuando se detuvo en la portezuela, Hipólita lo examinó sonriendo. ¿Sin embargo, sus ojos no sonríen¿, pensó el Astrólogo, y al tiempo que abría el candado, ella, por encima de las tablas de la portezuela, exclamó: ¿Buenas tardes. ¿Usted es el Astrólogo? ¿Erdosain ha hecho una imprudenciä, pensó. Luego inclinó la cabeza para seguir escuchando a la mujer que, sin esperar respuesta, prosiguió: ¿Podían poner números en estas calles endiabladas. Me he cansado de tanto preguntar y caminar¿ ¿efectivamente, tenía los zapatos enfangados, aunque ya el barro secábase sobre el cuero¿. Pero qué linda quinta tiene usted. Aquí debe vivir muy bien¿
Cuando tenía catorce años me inició en los deleites y afanes de la literatura bandoleresca un viejo zapatero andaluz que tenía su comercio de remendón junto a una ferretería de fachada verde y blanca, en el zaguán de una casa antigua en la calle Rivadavia entre Sud América y Bolivia. Decoraban el frente del cuchitril las policromas carátulas de los cuadernillos que narraban las aventuras de Montbars el Pirata y de Wenongo el Mohicano. Nosotros los muchachos al salir de la escuela nos deleitábamos observando los cromos que colgaban en la puerta, descoloridos por el sol. A veces entrábamos a comprarle medio paquete de cigarrillos Barrilete, y el hombre renegaba de tener que dejar el banquillo para mercar con nosotros. Era cargado de espaldas, carisumido y barbudo,y por añadidura algo cojo, una cojera extraña, el pie redondo como el casco de una mula con el talón vuelto hacia afuera. Cada vez que le veía recordaba este proverbio, que mi madre acostumbraba a decir: "Guárdate de los señalados de Dios."
Los que me conocían, al enterarse de que iba a trabajar en el criadero de gorilas de Farjalla Bill Alí se encogieron compasivamente de hombros.Yo ya no tenía dónde elegir. Me habían expulsado de los más importantes comercios de Stanley. En unas partes me acusaban de ratero y en otras de beodo. Mi último amo, al tropezar conmigo en la entrada del mercado, dijo, comentando irónica- mente mi determinación:"No enderezarás la cola de un galgo aunque la dejes veinte años metida en un cañón de fusil".Yo me encogí de hombros frente al pesimismo que trascendía del proverbio árabe. ¿Qué podía hacer? En África uno se muere de hambre no sólo en el desierto, sino también en la más compacta y vocinglera de las selvas. Allí donde verdea el mango o ríe el chimpancé, casi siempre acecha la flecha venenosa.En la factoría de Farjalla Bill Alí trabajaría como tenedor de libros. El canalla de Farjalla no sólo explotaba un provechoso criadero de gorilas, sino también una academia de elefantes jóvenes. Allí se les enseñaba a trabajar. El mercader vendía con excelente ganancia los elefantes domesticados y gorilas. Disponía de varias leguas de selva y de numerosos rebaños de esclavos. Como éstos eran sumamente torpes para dedicarlos a la educación del elefante, se les utilizaba en los trabajos penosos. Las negras, generalmente, en la factoría se dedicaban a nodrizas de los gorilas huérfanos, debido a que los monos adultos morían de tristeza al verse privados de su libertad. Los gorilas recién nacidos y huérfanos requerían atenciones extraordinarias para ali- mentarlos, porque con su olfato delicado percibían la diferencia que había entre sus madres y las negras. Además, las pequeñas bestias son terriblemente celosas y no toleran que la esclava amamante a su propio hijo. Como Farjalla Bill Alí no se mos- traba en este particular sumamente cuidadoso, una negra llamada Tula, que trajo su pequeño al criadero, sin poderlo impedir, vio cómo el gorila a cuyo cuidado estaba estrangulaba al niño.
Me rajo, queridos lectores. Me rajo del diariö mejor dicho, de Buenos Aires. Me rajo para el Uruguay, para Brasil, para las Guyanas, para Colombia, me rajö Continuaré enviando notas. No lloren, por favor, ¡no! No se emocionen. Seguiré alacraneando a mis prójimos y charlando con ustedes. Iré al Uruguay, la París de Sud América, iré a Río de Janeiro, donde hay cada menina que da calor; iré a las Guyanas, a visitar a los presidiarios franceses, la flor y crema del patíbulo de ultramar. Escribo y mi cuore me late aceleradamente. No doy con los términos adecuados. Me rajo indefectiblemente. ¡Qué emoción! Hace una purretada de días que ando como azonzado. No doy pie con bola. Lo único que se aparece ante mis ojos es la pasarela de un piccolo navío. ¡Yo a bordo! ¡Me caigo y me levanto! ¡Uy, dió! Si me acuerdo de mis tiempos turros, de las vagancias, de los días que dormí en las comisarías, de las noches, entendámonos, de los viajes en segunda, del horario de ocho horas cuando laburaba de dependiente de librería; del horario de doce y catorce horas, también, en otro boliche. Me acuerdo de cuando fui aprendiz de hojalatero, de cuando vendía papel y era corredor de artículos de almacén; me acuerdo de cuando fui cobrador (los cobradores me enviaron un día una felicitación colectiva). ¿Qué trabajo maldito no habré hecho yo? Me acuerdo de cuando tuve un horno de ladrillos; de cuando fui subagente de Ford, ¿qué trabajo maldito no habré hecho yo? Y ahora, a los veinte y nueve años, después de seiscientos días de escribir notas, mi gran director me dice: ¿Andá a vagar un poco. Entretenete, hacé notas de viaje. Bueno. El caso es que he trabajado. Sin vueltas. La he yugado cotidianamente, sin un domingo de descanso. Cierto es que mi trabajo dura exactamente treinta minutos, y que luego me mando a mudar a tomar fresco. Pero eso no impide que baile en cuatro pies.
Al abrir la puerta de la gerencia, encristalada de vidrios japoneses, Erdosain quiso retroceder; comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde.Lo esperaban el director, un hombre de baja estatura, morrudo, con cabeza de jabalí, pelo gris cortado a «lo Humberto I», y una mirada implacable filtrándose por sus pupilas grises como las de un pez: Gualdi, el contador, pequeño, flaco, meloso, de ojos escrutadores, y el subgerente, hijo del hombre de cabeza de jabalí, un guapo mozo de treinta años, con el cabello totalmente blanco, cínico en su aspecto, la voz áspera y mirada dura como la de su progenitor. Estos tres personajes, el director inclinado sobre unas planillas, el subgerente recostado en una poltrona con la pierna balanceándose sobre el respaldar, y el señor Gualdi respetuosamente de pie junto al escritorio, no respondieron al saludo de Erdosain. Sólo el subgerente se limitó a levantar la cabeza:-Tenemos la denuncia de que usted es un estafador, que nos ha robado seiscientos pesos.
Besomucna igmcka je prvi roman Roberta Arlta, u kojem autor govori o temi kojoj ce se vracati u svim svojim delima: jedina alternativa ljudskoj bedi je izdaja. Paradoksalno, upravo u svesti izdajnika koji se odaje najgorim stvarima, razresava se nepoznanica. Silvio Astijer, protagonista romana, u ocajanju provodi detinjstvo obelezeno bedom, zlocinima i ponizenjima. Kao naopaki svetac, odlucuje da utone u zlocin kako bi dao smisao svom zivotu: da moze do krajnjih konsekvenci da preuzme na sebe grizu savesti. Izvanredna prica o svetu podzemlja i jadnika, Besomucna igracka je roman zbog kojeg su Roberta Arlta nazvali Dostojevskim knjizevnosti na spanskom jeziku. Junaci Roberta Arlta opsedaju citaoca kao davoli... Arltove knjige imaju beskonacnu, nesavladivu snagu istinske knjizevnosti. - Hulio Kortasar Jedini savremenik koga je Borhes smatrao sebi ravnim. - Rikardo Pilja
A weird wonder of Argentine and modern literature and a crucial work for Julio Cortázar, The Seven Madmen begins when its hapless and hopeless hero, Erdosain, is dismissed from his job as a bill collector for embezzlement. Then his wife leaves him and things only go downhill after that. Erdosain wanders the crowded, confusing streets of Buenos Aires, thronging with immigrants almost as displaced and alienated as he is, and finds himself among a group of conspirators who are in thrall to a man known simply as the Astrologer. The Astrologer has the cure for everything that ails civilization. Unemployment will be cured by mass enslavement. (Mountains will be hollowed out and turned into factories.) Mass enslavement will be funded by industrial-scale prostitution. That scheme will be kicked off with murder. "D'you know you look like Lenin?" Erdosain asks the Astrologer. Meanwhile Erdosain struggles to determine the physical location and dimensions of the soul, this thing that is causing him so much pain. Brutal, uncouth, caustic, and brilliantly colored, The Seven Madmen takes its bearings from Dostoyevsky while looking forward to Thomas Pynchon and Marvel Comics.
- Este audiolibro está narrado en Español neutral.Silvio Astier, inteligente y de opiniones agudas, vive en un entorno marginal. Expulsado del colegio y humillado por la pobreza, intenta escapar de esta realidad a toda costa, iniciándose en la vida adulta, primero como ladrón y luego en distintos trabajos. En su intento por encauzar su vida, Silvio vivirá distintas experiencias absurdas y conocerá diversos personajes siniestros y ruines, que le mostrarán una realidad hostil.Obra fundamental de la literatura latinoamericana, El juguete rabioso es la primera novela del escritor argentino Roberto Arlt. Con tintes autobiográficos, esta novela narra en primera persona, de manera directa y cruda, las problemáticas sociales y económicas de la Argentina de comienzos de siglo XX. Marginalidad, incertidumbre, sueños frustrados y violencia son parte de la vida de Silvio, quien, en su lucha por progresar, debe optar entre la honestidad y el delito.Publicada en 1926, El juguete rabioso ha sido llevada al cine en dos ocasiones por José María Paolantonio y Aníbal Di Salvo en 1984 y por Javier Torre en 1998. Roberto Arlt (Buenos Aires, 1900-1942) fue un escritor, dramaturgo, periodista e inventor argentino. Ha sido definido como el escritor que inauguró la novela moderna argentina, por su estilo directo y «descuidado». Autodidacta y exponente del Grupo de Boedo, publicó reconocidas obras como El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932), además de varios libros de cuentos, aguafuertes y obras de teatro.
Este audiolibro está narrado en castellano.En La isla desierta, una de sus piezas más breves y representadas, los personajes de una triste oficina portuaria experimentan un cambio radical en sus vidas cuando dejan de trabajar en un sótano y son trasladados a la décima planta de un inmueble. Allí, a través de un inmenso ventanal, son reclamados por un sinfín de tentaciones que se encuentran más allá del mundo gris de la oficina. Los empleados descubren los beneficios de la luz natural, la llegada de los buques, el bullicio de la calle, los reclamos de la libertad, elementos que acaban desestabilizando la rutina administrativa. No obstante, es el relato de uno de los personajes, el mulato Cipriano, cuya memoria es esencialmente literaria, el que arrastra al resto de los oficinistas a la ensoñación y a la consiguiente derrota.Roberto Arlt (Buenos Aires, 1900-1942) fue un escritor, dramaturgo, periodista e inventor argentino. Ha sido definido como el escritor que inauguró la novela moderna argentina, por su estilo directo y «descuidado». Autodidacta y exponente del Grupo de Boedo, publicó reconocidas obras como El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932), además de varios libros de cuentos, aguafuertes y obras de teatro.
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