Bag om CRÓNICAS Y CUADROS
objeto de la envidia del mundo entero.
Su cielo y sus mujeres.
Lo cual es hablar de dos cielos.
Pues de ambos hizo ayer tarde magnífico alarde, como pudieron observarlo cuantas personas dieron una vuelta por el paseo de la Castellana.
Nosotros, que rara vez nos permitimos ese desahogo, abusamos ayer de la facultad de hacerlo, y por cierto que no nos peso.
¡Cuánto lujo! ¡Cuánta elegancia! ¡Qué magníficos trenes! ¡Qué esplendidez de belleza en las mujeres...! ¡Cuánto de maravillosamente bello y poético en el azul del cielo, en la luz del sol, en la tibieza de la atmósfera, en las tímidas ondulaciones de la brisa!
Para el observador, sobre todo, era aquello un elocuente libro abierto a las indiscretas miradas de los que analizan las cosas buscando el porqué de ellas.
Berlinas, carretelas, americanos, dogsarts y otras veinte clases de carruajes tirados por fogosos troncos; jinetes que galopaban por entre aquella doble fila de carruajes, como ansiosos de devorar con la vista la galería de mujeres hermosas que aquéllos contenían; modestos paseantes, que paso a paso subían y bajaban por doble avenida, mirando y quizás sin ser mirados; todo esto abundaba allí.
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