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El Deseo de Dios es que Nadie Perezca

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La Biblia nos dice que "Dios es amor" (1 Juan 4:8), por lo tanto Su propia naturaleza se manifiesta en el deseo de salvación de todos los pecadores. Dios no puede ir en contra de Su propio carácter y hacer lo contrario, sin importar que clase de maldad pueda haber cometido el pecador. No hay nadie que sea tan malvado que Dios no lo quiera salvar. Dios permite la maldad del hombre para demostrar que Su Palabra es verdad, y de esa manera recibir gloria y alabanza por causa de Su misericordia. Esto significa que Su amor y Su compasión están mucho más allá que la iniquidad del hombre, porque son frutos de Su propia naturaleza. Dios se deleita en salvar a los perdidos, pero no se goza cuando Él tiene que destruir a un pecador, cuyas transgresiones hayan llegado a tal punto en el que no puede recibir más misericordia. Lo que podemos leer en Ezequiel 18:23, que está en forma de pregunta, nos revela el Corazón que Dios tiene hacia aquellos que desobedecen Sus mandamientos, y que en muchas ocasiones también Le han insultado: "¿Quiero yo la muerte del impío? - dice Jehová el Señor. ¿No vivirá si se apartaré de su camino?" Luego en el verso 32 del mismo capítulo la se repite la misma afirmación: "Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor. Convertíos, pues, y viviréis". Este deseo de Dios de mostrar misericordia nunca ha cambiado, porque es una característica de Su naturaleza que se puede encontrar a través de toda la Biblia. Finalmente leemos en 2 Pedro 3:9, "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento". Este es el más profundo deseo del Corazón de Dios: que nadie perezca, sino que todos se arrepientan y tengan vida eterna. Es mi deseo el de enfatizar a través de este libro que nunca nadie se arrepintió y recibió salvación sin que alguien se haya puesto en la brecha entre Dios y él, con el propósito de obtener para el incrédulo una profunda convicción de pecado y un corazón sensible. El pecado, por naturaleza propia, tiende a cegar los ojos del transgresor, de tal manera que no puede ver el mal que esté haciendo. Por lo tanto tampoco puede saber que tiene necesidad de arrepentirse, ni puede percibir las consecuencias eternas que le esperan si no lo hace. Nunca podrá cambiar y volverse atrás de su maldad si alguien no le pide a Dios que le conceda esa gracia, porque a causa de su ceguera, nunca lo pedirá por él mismo. Si quiere asegurarse de lo que le estoy diciendo, solo mire a su alrededor. Mire cuantos están en una prisión interior de la cual no pueden escapar. Sus pecados los llevan a la destrucción, porque sin un intercesor lo único que les queda es una horrible expectación de juicio. Pronto entenderá que sin la persistencia de sus oraciones, Dios no tiene ninguna razón para mostrar Su misericordia, la cual solo se manifestará cuando el intercesor clame. Podemos ver el cumplimiento de este hecho mirando alrededor: hay millones que rehúsan arrepentirse porque no hay intercesores que hayan obtenido en lugar de ellos por medio de las oraciones una profunda convicción de pecado y un corazón sensible. Un incrédulo es como un hombre que se está ahogando porque no sabe nadar, y necesita alguien que lo rescate de las aguas en las que cayó. No hay nadie como Dios quien pueda amar al pecador con un amor sin límites y sin egoísmo, aunque este haya desobedecido Sus Leyes. Pero Él no lo salvará sin nosotros, porque la salvación es un trabajo de grupo, entre nosotros y Dios. Si no cooperamos, el arrepentimiento no les será concedido. La Biblia explica claramente que el pecado del hombre no puede dictar la misericordia de Dios, porque Su amor sobrepasa todo entendimiento humano. Es por eso que Dios siempre está buscando intercesores que obtengan este don gratuito (Su misericordia y Su gracia) para aquellos que lo necesit

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  • Sprog:
  • Spansk
  • ISBN:
  • 9781515087533
  • Indbinding:
  • Paperback
  • Sideantal:
  • 170
  • Udgivet:
  • 15. juli 2015
  • Størrelse:
  • 152x229x10 mm.
  • Vægt:
  • 259 g.
  • BLACK WEEK
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La Biblia nos dice que "Dios es amor" (1 Juan 4:8), por lo tanto Su propia naturaleza se manifiesta en el deseo de salvación de todos los pecadores. Dios no puede ir en contra de Su propio carácter y hacer lo contrario, sin importar que clase de maldad pueda haber cometido el pecador. No hay nadie que sea tan malvado que Dios no lo quiera salvar. Dios permite la maldad del hombre para demostrar que Su Palabra es verdad, y de esa manera recibir gloria y alabanza por causa de Su misericordia. Esto significa que Su amor y Su compasión están mucho más allá que la iniquidad del hombre, porque son frutos de Su propia naturaleza. Dios se deleita en salvar a los perdidos, pero no se goza cuando Él tiene que destruir a un pecador, cuyas transgresiones hayan llegado a tal punto en el que no puede recibir más misericordia. Lo que podemos leer en Ezequiel 18:23, que está en forma de pregunta, nos revela el Corazón que Dios tiene hacia aquellos que desobedecen Sus mandamientos, y que en muchas ocasiones también Le han insultado: "¿Quiero yo la muerte del impío? - dice Jehová el Señor. ¿No vivirá si se apartaré de su camino?" Luego en el verso 32 del mismo capítulo la se repite la misma afirmación: "Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor. Convertíos, pues, y viviréis". Este deseo de Dios de mostrar misericordia nunca ha cambiado, porque es una característica de Su naturaleza que se puede encontrar a través de toda la Biblia. Finalmente leemos en 2 Pedro 3:9, "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento". Este es el más profundo deseo del Corazón de Dios: que nadie perezca, sino que todos se arrepientan y tengan vida eterna. Es mi deseo el de enfatizar a través de este libro que nunca nadie se arrepintió y recibió salvación sin que alguien se haya puesto en la brecha entre Dios y él, con el propósito de obtener para el incrédulo una profunda convicción de pecado y un corazón sensible. El pecado, por naturaleza propia, tiende a cegar los ojos del transgresor, de tal manera que no puede ver el mal que esté haciendo. Por lo tanto tampoco puede saber que tiene necesidad de arrepentirse, ni puede percibir las consecuencias eternas que le esperan si no lo hace. Nunca podrá cambiar y volverse atrás de su maldad si alguien no le pide a Dios que le conceda esa gracia, porque a causa de su ceguera, nunca lo pedirá por él mismo. Si quiere asegurarse de lo que le estoy diciendo, solo mire a su alrededor. Mire cuantos están en una prisión interior de la cual no pueden escapar. Sus pecados los llevan a la destrucción, porque sin un intercesor lo único que les queda es una horrible expectación de juicio. Pronto entenderá que sin la persistencia de sus oraciones, Dios no tiene ninguna razón para mostrar Su misericordia, la cual solo se manifestará cuando el intercesor clame. Podemos ver el cumplimiento de este hecho mirando alrededor: hay millones que rehúsan arrepentirse porque no hay intercesores que hayan obtenido en lugar de ellos por medio de las oraciones una profunda convicción de pecado y un corazón sensible. Un incrédulo es como un hombre que se está ahogando porque no sabe nadar, y necesita alguien que lo rescate de las aguas en las que cayó. No hay nadie como Dios quien pueda amar al pecador con un amor sin límites y sin egoísmo, aunque este haya desobedecido Sus Leyes. Pero Él no lo salvará sin nosotros, porque la salvación es un trabajo de grupo, entre nosotros y Dios. Si no cooperamos, el arrepentimiento no les será concedido. La Biblia explica claramente que el pecado del hombre no puede dictar la misericordia de Dios, porque Su amor sobrepasa todo entendimiento humano. Es por eso que Dios siempre está buscando intercesores que obtengan este don gratuito (Su misericordia y Su gracia) para aquellos que lo necesit

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