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Hombrecitos

Bag om Hombrecitos

-Caballero, ¿quiere hacer el favor de decirme si estoy en Plumfield?... -preguntó un muchacho andrajoso, dirigiéndose al señor que había abierto la gran puerta de la casa ante la cual se detuvo el ómnibus que condujo al niño. -Sí, amiguito; ¿de parte de quién vienes? -De parte de Laurence. Traigo una carta para la señora. El caballero hablaba afectuosa y alegremente; el muchacho, más animado, se dispuso a entrar. A través de la finísima lluvia primaveral que caía sobre el césped y sobre los árboles cuajados de retoños, Nathaniel contempló un edificio amplio y cuadrado, de aspecto hospitalario, con vetusto pórtico, anchurosa escalera y grandes ventanas iluminadas. Ni persianas ni cortinas velaban las luces; antes de penetrar en el interior, Nathaniel vio muchas minúsculas sombras danzando sobre los muros, oyó un zumbido de voces juveniles y pensó, tristemente, en que seria difícil que quisieran aceptar, en aquella magnífica casa, a un huésped pobre, harapiento y sin hogar como él. -Por lo menos, veré a la señora erijo, haciendo sonar tímidamente la gran cabeza de grifo que servía de llamador.

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  • Sprog:
  • Spansk
  • ISBN:
  • 9781986315234
  • Indbinding:
  • Paperback
  • Sideantal:
  • 160
  • Udgivet:
  • 7. marts 2018
  • Størrelse:
  • 152x229x9 mm.
  • Vægt:
  • 245 g.
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Beskrivelse af Hombrecitos

-Caballero, ¿quiere hacer el favor de decirme si estoy en Plumfield?... -preguntó un muchacho andrajoso, dirigiéndose al señor que había abierto la gran puerta de la casa ante la cual se detuvo el ómnibus que condujo al niño. -Sí, amiguito; ¿de parte de quién vienes? -De parte de Laurence. Traigo una carta para la señora. El caballero hablaba afectuosa y alegremente; el muchacho, más animado, se dispuso a entrar. A través de la finísima lluvia primaveral que caía sobre el césped y sobre los árboles cuajados de retoños, Nathaniel contempló un edificio amplio y cuadrado, de aspecto hospitalario, con vetusto pórtico, anchurosa escalera y grandes ventanas iluminadas. Ni persianas ni cortinas velaban las luces; antes de penetrar en el interior, Nathaniel vio muchas minúsculas sombras danzando sobre los muros, oyó un zumbido de voces juveniles y pensó, tristemente, en que seria difícil que quisieran aceptar, en aquella magnífica casa, a un huésped pobre, harapiento y sin hogar como él. -Por lo menos, veré a la señora erijo, haciendo sonar tímidamente la gran cabeza de grifo que servía de llamador.

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